sábado, 30 de abril de 2011

Hay Estado en el Perú…. ¿Dónde Está? – II

Considerando como línea de base a la invasión española – 3 de Octubre de 1492 y según versión de cronistas de la conquista, la población andina habría sido de 9 millones, 100 años después se redujo a 600 mil, toda una catástrofe demográfica. Cuatro siglos después – tres de coloniaje y uno de república- la población creció entre 4-5 millones; luego en poco más de medio siglo -1940-2011- creció en cerca de 24 millones, totalizando en la actualidad, una población aproximada de 30 millones.

A tan sólo diez años de cumplir 200 como República independiente y “soberana”, los peruanos del s.XXI, seguimos inmersos en un debate estéril acerca de: Cómo vencer la pobreza y la exclusión de más de diez millones de compatriotas; la inseguridad social y ciudadana que han generado el crecimiento poblacional y de sus ciudades, principalmente Lima; más de un 60% de sus actividades económicas se manejan en la informalidad, un 32 % de los niños de 0 a 5 años, mueren a causa de la desnutrición crónica y de enfermedades que pueden evitarse; la educación y la salud precarizadas físicamente y en calidad. Todo lo señalado,  como corolario y cruel paradoja, en uno de los territorios más mega diversos y ricos del planeta, tal vez por los rezagos de un “estado centralista, perverso y perniciosamente corrupto en casi todas las esferas e inmerso, en un proceso descentralizador, que al parecer, terminará siendo otra frustración nacional”.

Ante la dramática situación descrita y  las inequidades del crecimiento económico -tan publicitado por los gobernantes de turno- el mismo que no se redistribuye entre los más pobres y olvidados de la tierra; ningún peruano, nacido en este territorio,  puede callar su voz, sin dejar de sindicar y condenar la incapacidad de nuestra clase política y de los gobernantes, por no haber diseñado un modelo de Estado Moderno y Científico, tal como lo planteó Haya de la Torre, para bienestar de la nación en su conjunto, que lo articule y precise las líneas maestras de un desarrollo sostenido a largo plazo. En este intervalo, se han ensayado 12 Constituciones y la vigente de 1993 como rectora del contrato social, sigue en cuestión y como si esto fuera poco, la organización política y administrativa a nivel de Departamentos, pésima copia del departamentalismo francés, de los años 20 del siglo XIX, sustenta las bases de un nuevo proceso de descentralización, atrofiado en sus inicios y caminando a tientas hacia un nuevo fracaso.

Según testimonios de cronistas de la conquista, la población andina habría sido de 9 millones antes de la invasión española y  100 años después solo era de 600 mil; esto en realidad se consideró como una catástrofe demográfica. No obstante lo señalado, en cuatro siglos —tres de coloniaje y uno de república— la población del Perú creció en alrededor de 4-5 millones de personas, y posteriormente  en  más de medio siglo - 1940-2011-  creció en 24 millo­nes adicionales, totalizando una población aproximada de 30 millones.

Esta explosión demográfica, es coincidente,  con in­tensas transformaciones económicas y sociales en el Perú, producidas sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se llevó a cabo el proceso de industrialización por subs­titución de importaciones. La economía se cen­tralizó progresivamente en Lima y en la Costa, y pese a los múltiples intentos realizados des­de fines del siglo XIX, no se logra aún descentrali­zar eficiente y subsidiariamente el Estado. En el 2011, el Perú se acerca a tener 30 millones de habitantes; un tercio de este total reside en la región de Lima, otro ter­cio en ciudades y pueblos, y el tercio restante, disperso en el ámbito rural.

En tanto la dinámica económica que ha experimentado el país, no ha guardado corres­pondencia con la dinámica demográfica. El ace­lerado crecimiento vegetativo de la población y la intensa migración interna se explican, por la disponibilidad de capitales para las grandes explotaciones agroindustriales, el desarrollo de la industria de con­sumo y el incremento del comercio interno y externo. La población provinciana se desplazó en busca de oportunidades hacia otras, como Lima o las ciuda­des de la Costa, que generaban la ilusión de alcanzar mejores niveles de vida y más posibi­lidades de bienestar. También a partir de la dé­cada de 1980,  y debido a las sucesivas crisis económicas y políticas y al conflicto armado interno, muchos peruanos se vieron obligados a migrar de las zonas afectadas a las ciudades grandes y a otros países, principalmente a USA, Venezuela, Argentina, Chile, España e Italia entre otros. Se estima que se fueron dos millones de peruanos, buena parte de ellos técnicos o profesionales calificados.

Algunos lectores, encontrarán tal vez exagerado el titular de esta nota…Hay Estado en el Perú…¿Dónde está?, pero al plantearlo, sólo deseamos cuestionar al actual, débil y malformado, pues ni siquiera ha logrado constituirse en un instrumento de ordenación y vigilancia del contrato social, capaz de distribuir con justicia y eficiencia, y de cumplir con sus funciones elementales en materia de salud, educación, justicia, seguridad y promoción del empleo. En este sentido, no ha llegado a superar condicio­nes mínimas y sus omisiones son notables. Que duda queda, en los momentos electorales que vivimos, sino la de mirar la ominosa indiferencia, en la forma, en la que los sucesivos gobiernos  han conducido los asuntos de Estado, la administración de los recursos nacionales, la definición de políti­cas de justicia distributiva, el manejo responsable de las finanzas públicas, la soberanía en las decisiones estratégicas para el desarrollo,  y organicidad de su estructura y la forma inclemente y miserable de reclutar y pagar a su personal. En la vorágine  de los problemas del crecimiento de la población  y la escasez de capitales, el Estado peruano ha sido víctima mayor de la incompetencia y por supuesto, de la falta de recursos. Su proceso formativo ha sido frustrado al haberse convertido en objeto de intereses particulares y de corrupción casi generalizada y en agente del abandono de las responsabilidades fundamentales de buen gobierno.

En las últimas décadas y hasta en la actualidad,  se viene  tratando de contrarrestar los efectos negativos de la pobreza y la exclusión con  políticas asistenciales, sin considerar que éstas, retroalimentan  el círculo vicioso de la pobreza y de corrupción clientelista.  Así, para una minoría que pugna por el poder,  ­el Estado es una fuente esencial de empleo y  de recursos,  usando y sirviéndose de métodos cada vez  más  visibles y censurables.  Para más de un tercio de la población en indigencia y sin empleo,  el Estado es un sistema de asistencia -principalmente alimentaria— así como una fuente de insatisfacciones y un destinatario de variados  reclamos.

Para la gran mayoría de los que pugnan por alcanzar el poder, independientes o líderes movimentistas, porque partidos políticos ya no existen. Hay un Estado para las decisiones fundamen­tales relativas a la gran propiedad, la inver­sión pública, las concesiones y privatización de lo que aun queda, la determinación de políticas económicas, en síntesis “la política del perro del hortelano”. Y hay otro Estado gendarme o beneficencia, "el social", para "atender a la población", encargado de mantener a raya el descontento social y la protesta  median­te la politización de las necesidades, la manipulación y la propaganda sicosocial. Por tanto, el “Estado” que hay en el Perú, no ha podido, en cambio, cumplir con sus deberes elemen­tales para con la democracia: Forjar una visión compartida del Perú como nación y como país,  hacer crecer la economía para distribuir, hacer respetar al Perú como na­ción, cumplir con dar igualdad ante la ley y calidad de ciudadanos a las crecientes canti­dades de peruanos y sobre todo acabar con las lacras de la corrupción.

Es por todo lo señalado, tal vez con un poco de valentía, que éste tipo de Estado que aún prevalece en el Perú,  no puede convivir con la posibilidad de establecer la igualdad  ante  la ley, el acceso de los ciudadanos a todo tipo de información y la plena libertad de expresión. Un sistema de justicia imparcial, ágil, transpa­rente, abierto, jamás será compatible con  la ac­tual situación. La fiel aplicación de las leyes existentes y la modificación de la normatividad que favorece los tratos preferenciales y la exclusión económica y social, podría remecer los cimientos mismos del Estado y particularmente acabaría metiendo a la cárcel a un número incalculable de gobernantes de los espacios nacional, regional y local y de otros funcionarios rapaces y coimeros de los otros poderes del Estado y de burócratas insensibles que pugnan por todos los recovecos, tras la coima hormiga.

Es verdad, que la incipiente  apertura y divulgación general de la in­formación referente a las contrataciones, el es­tablecimiento de precios, las concesiones, las exoneraciones fiscales, es un tema en el que se han producido significativos avances, todavía insuficientes. No solamente se trata de disponibilidad de in­formación, sino también de expresa divulga­ción de la manera en las que se negocia los in­tereses nacionales, y en esto último la labor es todavía de poca trascendencia.  La posibilidad de que los ciudadanos puedan enterarse, es un importante paso inicial, pero la meta es la exis­tencia de expresa divulgación y convocatoria cuando se trata del interés nacional.

De otra parte, la libertad de expresión se viene ejercitando como libertad de los medios informativos. Éstos han cumplido un importante papel de vigilancia de los intereses nacionales y denun­cia de actos de corrupción, convirtiéndose en frecuentes ocasiones en bastiones de la defen­sa de los derechos civiles y de la moralidad pública. En los últimos tiempos viene siendo de manera creciente instrumentos de poder con gran autonomía, asociados a intereses adver­sos a la colectividad o de franca corrupción, en las actuales circunstancias electorales, a la gran mayoría de peruanos, no le queda ninguna duda, el parcializado e interesado apoyo a la candidata representante de la corrupción más feroz que haya padecido el Perú en toda su historia, el ingreso del sicario del periodismo Jaime Bayly en la “guerra sucia” electoral, así lo rubrica.

La profusión de la prensa amarilla, la deva­luación de la calidad educativa en los mensa­jes de buena parte de la televisión de señal abierta, son ejemplos de lo que no debería ser la comunicación de masas. La prensa, en el balance actual y de la historia, seguirá siendo un deformador del Estado y  un devaluado elemento de referencia para la formación de las personas, que debiera apuntar a una sociedad y por ende a un Perú mejor.

viernes, 29 de abril de 2011

Hay Estado en el Perú.... ¿Dónde está? –I

Para entender la política y a los “políticos” en el país en que vivimos y más allá de lo leído en los “Diálogos” de Platón, acerca de la estructura de un “Estado ideal” y el bienestar de la gente ó de la introducción de la palabra “Estado”, hecha por Maquiavelo, en su célebre obra El Príncipe. Con seguridad podemos afirmar, que “Los Estados en el mundo, son las construcciones históricas y heroicas de cada sociedad”; tal y como lo fueran y lo son: El Estado Inglés y el alemán.

En el Perú de hoy, el Estado es débil, excluyente y perverso por voluntad e interés, de quienes ostentan el poder de su gobierno, por tanto  ausente para las grandes mayorías en materias de empleo, educación y salud, seguridad y empedrado de facinerosas fechorías y oscuras intenciones que el mañana de seguro tendrá que decantar y condenar.

Es por eso que, Manuel González Prada consideraba a la nación peruana como un «organismo  enfermo». Las causas de la enfermedad las encontraba en la exclusión de población mayoritaria del país: los indios que forman el verdadero Perú: «La nación –escribió– está formada por las muchedumbres de indios diseminados en la banda oriental de la cordillera». Pero esta población no había sido incorporada a la nación pues se mantenía la escisión impuesta por la conquista española entre la república de los indios y la república de los españoles, división que la Revolución de la Independencia no eliminó sino acentuó. Observaba que el indio no era un ciudadano, «no tiene derechos sino obligaciones» y estaba sometido a un «verdadero régimen feudal» que tenía su núcleo en la hacienda y en el hacendado o gamonal. Por eso consideraba que la forma de gobierno que existía en el país no podía llamarse república democrática porque «dos o tres millones de individuos viven fuera de la ley»58.

En tal sentido y con la finalidad de concatenar el proceso científico e histórico de la construcción del Estado en el Perú y de su conducción estratégica, debemos  entender que  la fundación del APRA, en el primer tercio del Siglo XX, sustenta su origen en la crítica del Estado en el Perú como punto de partida de su proyecto político. En los análisis de V. R. Haya de la Torre, este problema tenía dos ejes principales: por una parte, el señalamiento de la contradicción entre la realidad histórico-social –feudal o semifeudal– y el sistema político –liberal y democrático–; y por otra, la constatación de la profunda y permanente inestabilidad del Estado desde la Revolución de la Independencia, pues éste no representaba a la nación peruana. La explicación de estos dos hechos los encontraba en la forma como se había constituido el Estado en el Perú. Para Haya de la Torre, con la conquista española se estableció el feudalismo en el Perú, donde el poder era ejercido por los grandes propietarios terratenientes. La Revolución de la Independencia no sólo no modificó ese orden social sino que lo afirmó, pues lo liberó del control de la metrópoli73.

Por tanto y como visión retrospectiva de la historia de nuestro país en el tema que nos ocupa y ante la debacle electoral (10Abril 2011) del Partido que nos legara para la construcción de un Estado Científico y con justicia social y sobre todo en lo que respecta al desarrollo de capacidades productivas y tecnológicas. Como no decir, sin duda alguna, que, quien mejor encarnó el sentimiento nacionalista y democrático de las capas medias fue Víctor Raúl Haya de la Torre (1895- 1979). En 1919, como presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, llevó adelante la lucha por la reforma universitaria, tan necesaria el día de hoy. En 1920, con la Federación de Obreros Textiles funda la «Universidad Popular González Prada» en Lima y en Vitarte, poniendo en ejecución un acuerdo del Primer Congreso de Estudiantes (Cuzco, 1919). En 1923, impulsa el movimiento de oposición a la consagración del Perú al Corazón de Jesús, ceremonia promovida por el gobierno de Leguía con el objeto de legitimar su segundo mandato presidencial. Ese mismo año es deportado con el pretexto de que conspiraba para derrocar al gobierno. En 1924, en México, establece las bases programáticas y organizativas de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Todas estas actividades estuvieron inspiradas por un profundo sentimiento anti oligárquico y de amor por el Perú.

Desde aquellos tiempos, para Haya de la Torre, el Estado en el Perú no sólo era antidemocrático sino que, además, tenía un carácter antinacional, puesto que estaba sometido a la voluntad del imperialismo a pesar de declararse soberano e independiente. Sostenía, que el Estado «dentro de su presente arquitectura económica feudal o semifeudal-capitalista depende ineludiblemente del imperialismo, se convierte en su instrumento de dominación en nuestros países y no puede hallar otra dirección económica que la de entregarse a la esclavitud que le impone el imperialismo»76. En consecuencia, el Estado no expresaba los intereses de la nación sino que, por el contrario, constituía el instrumento que utilizaba el imperialismo para oprimirla. El imperialismo, además de explotar económicamente al país, lo «subyuga y explota también como nación» al despojarlo de su «soberanía nacional» y de su «libertad nacional». Por eso, para Haya de la Torre, la revolución antimperialista tendría como tarea principal «peruanizar el Estado»; esto es, rescatarlo del dominio imperialista y convertirlo en la expresión de los intereses de las mayorías nacionales77.

Señalaba Haya de la Torre, por su carácter extranjero, el imperialismo necesitaba del concurso de los grupos internos de poder para ejercer su dominio. Este papel lo desempeñó la clase terrateniente, la que «a cambio de una política de concesiones, empréstitos y otras operaciones» se convertiría en intermediaria del capital extranjero, deviniendo, día a día, en su «agente y súbdito». Esta asociación constituiría la estructura del poder en el Perú78.

Si la Revolución de la Independencia, en el siglo XIX, trajo como consecuencia el predominio de la clase feudal en el control del Estado, la presencia del imperialismo, en el siglo XX, significó su consolidación. Este hecho tuvo como consecuencia la constitución de un «indefinido y bamboleante » aparato estatal, pues, a diferencia de lo ocurrido en los países europeos, donde el Estado es «el producto de una clase», en el Perú ha sido la expresión de un pequeño grupo, de una oligarquía donde predominaban «personas que tienen algo del caníbal y del señor civilizado»79. Un Estado débil e inestable, extraño a las mayorías nacionales y representando únicamente a una minoría «no es una institución definida, una máquina lista».

Consiguientemente y para validar la sentencia de la ausencia del: Estado en el Perú… ¿Dónde Está?; es que intentamos desde una óptica política, una breve des­cripción y análisis de los condicionantes del proceso histórico y social del Perú. Sin recor­dar este escenario, a sus actores y sus dificultades no es po­sible comprender las complicaciones del tan cacareado crecimiento, el de­sarrollo y la competitividad que los peruanos y en especial, la de aquellos que viven fuera de Lima demandan, en primer lugar, reformando y vigorizando el papel del Estado subsidiario, descentralizándolo y haciéndolo más eficiente en su proceso de construcción de una economía más sostenible, competitivas en el espacio local, regional y nacional y mirando de cara al futuro, la esperanza de un país globalizado, más equitativo y con justicia social.

Finalmente e inspirado en las lecciones que nos legara Haya de la Torre y en el artículo, “Perú: ¿por qué podría ganar Ollanta Humala?”- AMÉRICA Economía – 13/04/2011- Eco. Roberto Pizarro79. La renuncia del APRA a su propia historia, a sus convicciones social-demócratas, se convirtió en un suicidio político. Al igual que los socialistas chilenos, han recibido el repudio de los sectores populares. Alan García continuó con entusiasmo la política de crecimiento y dejó de lado la distribución. No revisó los errores de su vecino chileno. Simplemente copió. Al final de cuentas en ambos “milagros” los beneficios del crecimiento se han acumulado en una minoría. En cambio, la mayoría observa con desencanto que los frutos del trabajo rinden escasamente, mientras la educación y salud se muestran inservibles para los pobres y costosas para los sectores medios.

Igual que Chile en los años 90, el Perú es el país que más crece en América Latina.  La macroeconomía anda bien. Revela un reducido déficit fiscal, elevadas reservas internacionales,  inflación baja y aumento de las inversiones. Pero, el crecimiento se basa en la exportación de materias primas, con escasa diversificación, salarios congelados, empleo precarizado y 60% de los trabajadores en la informalidad. El último informe de Oxfam (Informe anual sobre pobreza, desigualdad y desarrollo 2008-2009) destaca que el crecimiento económico no ha beneficiado a las poblaciones excluidas del país, mientras las desigualdades sociales persisten. Si los gobiernos quisieran eliminar la pobreza sólo con el crecimiento económico (por la vía del derrame) se necesitarían más de 80 años de aumento del PIB, por encima de los 5 puntos, para alcanzar tal propósito. 
Al mismo tiempo, se informa que las empresas que operaron en los últimos años en el país lograron utilidades superiores a las de las 500 empresas más rentables del planeta, mientras los sueldos cayeron en tres puntos porcentuales en esta época de bonanza.

A mayor abundamiento, Michael Porter, gurú de los negocios, en una conferencia ante el empresariado peruano, manifestó una opinión muy crítica respecto del modelo económico peruano. Destacó que su patrón productivo, concentrado en recursos naturales, no era capaz de generar suficiente empleo y que las desigualdades y la baja productividad eran en extremo preocupantes (diario La República, 27-12-2010). Agregó que la reducida inversión en ciencia y tecnología (0,2% del PIB) y los bajos niveles de educación colocaban en cuestión la competitividad y frenaban el desarrollo. En definitiva, las buenas cuentas macroeconómicas resultan insuficientes, porque no dan sostenibilidad al crecimiento a mediano plazo y no garantizan el desarrollo.  Adicionalmente, el crecimiento sin distribución genera tensiones sociales e inestabilidad política.

Los resultados de las elecciones revelan el profundo malestar de la sociedad peruana. En particular, la insatisfacción de los desamparados con un modelo económico que se muestra generoso con los que tienen más y avaro con los humildes. Ojalá que luego de concluido el balotaje electoral, el 5 de Junio, el gobierno que se instaure en el Perú a partir del 28 de Julio, interprete el legado de Haya de la Torre, acerca de la construcción de un Estado que reconozca la igualdad de todos los peruanos y su afán de justicia social y que devele de una vez por todas, la nefasta forma de gobernar una nación, con Toledo se construyó el segundo piso del fujimorismo y con García el tercero, siempre de espaldas a las necesidades de la nación y con un gran tufo de soberbia y corrupción.


MANUEL GONZÁLEZ PRADA Y VÍCT OR RAÚL HAYA DE LA TORRE, César Germaná.
58 Manuel González Prada. Horas de lucha. Op. cit.: 184.
73 V. R. Haya de la Torre. «Política Aprista», en Obras Completas. Op. cit. T. V: 56.
76 V. R. Haya de Torre. «El Antimperialismo y el APRA», en Obras Completas. Op. cit. T. IV: 88.
77 V. R. Haya de la Torre. «Política aprista». Op. cit. T. V: 66.
78 V. R. Haya de la Torre. «El antimperialismo y el APRA». Op. cit. T. IV: 148.
79Perú: ¿por qué podría ganar Ollanta Humala?
AMÉRICA Economía – 13/04/2011- Eco. Roberto Pizarro.
Economista de la Universidad de Chile, con estudios de posgrado en la Universidad de Sussex (Reino Unido). Investigador Grupo Nueva Economía, fue decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, Ministro de Planificación y Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Chile).    


lunes, 4 de abril de 2011

El reto de la Descentralización en el Perú


Perú: La necesidad imperativa de articular y alimentar sinergias en pro de la integración

A manera de presentación o introducción de este espacio de análisis, reflexión, debate y  a tan sólo 10 años de cumplirse el Bicentenario de la Independencia del Perú -1821. La descentralización y la Regionalización, aún siguen siendo un viejo y caro anhelo provinciano y de los peruanos en general, en el afán de construir, un estado más eficaz y más eficiente, más allá de las  endebles e interesadas variantes, que se han intentado en nuestro ordenamiento constitucio­nal sin mayor éxito.
La Constitución de 1933 creó los Consejos De­partamentales que nunca funcionaron, largos años después y estando vigente la Constitución de 1979; durante el régimen del Presidente Alan García 1985-1990, se crearon once regiones, en forma vertical, apurada e improvisada, sin visión de país, al final del gobierno y sin la organización debida; las mismas que se convertirían en causales para que la dictadura de Fujimori acabara con la naciente e incipiente organización regional; muy a pesar de  que la Constitución de 1993 proclamaba, que la descentralización tenía que ser un «proceso permanen­te» orientado a lograr «el desarrollo del país» -art. 188, texto origi­nal-, postergó el inicio del proceso de regionalización, prolongando sin fecha y sin plazo, la vigencia de los famosos Con­sejos Transitorios de Administración Regional creados tras el golpe de Estado del 5 de abril de 1992 como imposición auoritaria del poder central en todo el territorio nacional.
Luego de la caída del régimen autoritario el año 2000 y la subsiguiente recuperación de la de­mocracia, nos encaminamos otra vez, en un nuevo intento de desconcentración del poder central,  este proceso se inicia  con la reforma integral de los artículos 188° - 199° del Capítulo XIV de la Constitución de 1993 relativo a la Descentralización, las Regiones y las Municipalidades (Ley N° 27680 del 7 de marzo del 2002), reforma que considera por primera vez a la descentralización como «una forma de organización democrática», la que a su vez, constituye una «política perma­nente de Estado» y cuyo objetivo es el «desarrollo integral del país» a lograrse de manera gradual «conforme a criterios que permitan una adecuada asignación de competencias y transferencia de recursos del gobierno nacional hacia los gobiernos regionales y locales» (art. 188° del Texto Reformado), y que a su vez, precisa, el papel que  deben cumplir las regiones y las municipalidades, en aras de lograr el bienestar de todos los peruanos.
A la reforma del texto constitucional, le ha seguido todo un listado nor­mativo, tal como la Ley de Bases de Descentralización (Ley Ne 27783, del 16 de julio del 2002), la Ley Orgánica de los Go­biernos Regionales (Ley N° 27867 del 16 de noviembre del 2002) y la nueva Ley Orgánica de Municipalidades (Ley N° 27972, del 26 de mayo del 2003). Por cuanto y no obstante, los vacíos que observan, en este complejo conjunto de normas, resulta indudable que el proceso descentralizador en nuestro país, se ha puesto en marcha.
¿Camina el Perú, en la dirección correcta?. En la necesidad de intentar una respuesta a semejante interrogante;  nos dirigimos desde la misma base de la sociedad civil, para presentar para su debate y discusión el presente blogg denominado “Ideas para un Perú Mejor”, permitiéndonos abarcar los más diversos tópicos que suscita el actual proceso de descentralización, tanto en lo que respecta a la nueva regionalización y su carencia de diseño, como en lo referente al papel que en aquella cumplen los más tradicionales gobiernos locales y que pareciera haberse detenido en el actual gobierno y en presente proceso electoral, tan pobre y carente de aportes por parte de casi todos los candidatos, en materia de descentralización y regionalización y que se oriente a reformar el Estado Peruano, aún excluyente e incapaz de llevar el ejercicio del poder, a los lugares más próximos a la gente y resolver subsidiariamente de una vez, la pobreza y la desnutrición de casi un tercio de nuestra población.
Los riesgos de una descentralización mal hecha, o carente de diseño, son muchas y muy conocidos: la creación de una nueva burocracia igualmente ineficiente y centralista por analogía, la atomización perniciosa de la República en 26 gobiernos regionales inviables, los conflictos con el gobierno central y entre los propios entes departamentales y distritales, las ex­pectativas insatisfechas por la limitación de los recursos que conduz­can a conflictos sociales, la persistencia populista y electorera de creación de nuevas provincias, como la de San Juan de Luringancho, más allá, de las justas y necesarias reivindicaciones de su población sin proyecto alguno, la ausencia de capacidades, para un planeamiento del desarrollo, etc. De allí la extrema importancia que este proceso se desenvuelve bajo el leit motiv de la «eficiencia y la eficacia», pues un nuevo fracaso descentralizador nos puede conducir a nuestra desin­tegración como nación, tirando por la borda todo lo avanzado hasta hoy gracias al crecimiento económico.
Como fuere, lo que nunca se debe olvidar es que la descentrali­zación es una larga y antigua aspiración nacional que requiere de un sincero espíritu de renuncia de adecuadas cuotas de poder que to­dos los que lo ostentan deben estar dispuestos a ceder por el bien del conjunto del país.
No obstante y como corolario de todo lo que exponemos como prolegómeno de un largo y desconocido camino por recorrer, en busca del bienestar de todos y cada uno de los peruanos y en instantes en que nuevas autoridades regionales y municipales, se adentran en un tercer período de gestión, iniciando sus responsabilidades como gobernantes regionales y locales 2011-2014, sigue vigente  y presente entre nosotros los peruanos, el desafío de tener que orientarse y tomar decisiones en un contexto, marcado por el silencio y la discusión ausente de un debate de cuestiones, que no solo es, nuevo para ellos, sino para todos los peruanos, al no contar  con “una visión de país” y en particular, con un plan de desarrollo del Perú como país, más allá de lo que se pueda haber avanzado en la actualidad por un CEPLAN, desgraciadamente impulsado tardíamente y sin compromiso al final del gobierno de Alan García.
Debemos decir, que destacan entre esas cuestiones, las supuestas o reales amenazas, en relación de lo “local” y lo “global”; los nuevos escenarios, enfoques y propuestas sobre la descentralización, el desarrollo local sostenible, el tan gaseoso desarrollo humano, las características de las municipalidades del siglo XXI; la planificación estratégica y si es prospectiva, mejor, las metodologías para promover el desarrollo económico local, tan ausente, como en el caso de Chorrillos; la gestión sostenible de los recursos naturales; la lucha contra la pobreza social; la gobernabilidad local, ciudades y ciudadanía, los nuevos conceptos sobre la gerencia pública, el liderazgo y la administración municipal y regional.
No obstante lo señalado, debemos afirmar que el proceso de descentralización en marcha, es el único camino viable y por tanto reconocer que, “La descentralización, es la revolución silenciosa” pacífica y democrática, a la cual aspiran los peruanos, en pos del bienestar de todos los peruanos.